martes, 28 de junio de 2011

IMM #27: cuando las ranas crían pelo y yo escribo IMMs

Hace casi siete meses que no cuelgo un IMM, por lo que ya iba siendo hora. Además, había alguien en el chatbox de la barra lateral que me hacía sentir culpable de vez en cuando, y con "de vez en cuando" quiero decir cada dos meses o así. Por eso al final me puse a trabajar y, como ya me temía, recordar qué libros se suponía que eran nuevos y debía incluir en el IMM fue toda una hazaña, porque seis meses y tres semanas es un montón de tiempo. Así que, después de cinco intentos y treinta y dos fotos, al final he reunido un total de 17 libros. Eso debe de ser un récord personal mío, sobre todo teniendo en cuenta que solo compré 12 de esos diecisiete, y doce libros en siete meses son menos de dos libros al mes, lo que supone un número muy aceptable, y hasta pequeñito. Discreto, si me apuro un poco.



Uno por uno, en detalle, todos ellos:



  • Flores de sombra, de Sofía Rhei (con una firma y una dedicatoria preciosas y muy míassssssss). Reseña aquí, con cuatro estrellas largas.
  • Cuentos de Bereth #3: Los Versos del Destino, de Javier Ruescas. Tengo aquí la reseña de las dos primeras partes, pero este todavía no lo he leído.
  • Bajo la hiedra, de Elspeth Cooper (no es la edición final, por eso no tiene la portada bonita que le corresponde): todavía lo estoy leyendo. El libro está bastante bien, pero la letra minúscula y apretujada me está torturando la vista y la cabeza, y hasta hace dos días necesitaba los ojos para estudiar y el cerebro para memorizar, así que voy despacio.



Dos segundas partes de libros ya leídos y reseñados:
  • Exile, de Anne Osterlund. Es la segunda parte de Aurelia, y mejor libro que aquel.
  • Where She Went, de Gayle Forman. La continuación de Si decido quedarme, y aunque lo leí en francés, sinceramente, no es lo mismo (principalmente porque mi francés deja muchísimo que desear, pero también porque en la edición de nuestros vecinos no aparece ninguno de los chistes sobre franceses). No acabo de reseñarlo porque sería un spoiler terrorífico del final del primer libro.



  • Rules of survival, de Nancy Werlin: existe en castellano y se llama "Las reglas de la supervivencia de Matt". Lo he leído porque me lo habían recomendado varias veces y porque, en fin, es Nancy Werlin, y a mí me gusta mucho esa autora. Incluso reseñé un libro suyo en la noche de los tiempos.
  • School's out... forever, de James Patterson: segunda parte de The Angel Experiment, un libro futurista de aventuras con mutantes (no uno de esos futuristas ñoños y aburridos que tanto se venden ahora) que había reseñado hace unos meses.
  • Blessed, de Cynthia Leitich Smith: es el final de una trilogía de vampiros que me gustó más de lo que cabía esperar. Como el tercero se hizo de rogar mucho tiempo, los dos primeros libros habían salido a la venta hace varios años, y los reseñé los dos aquí (capítulos traducidos inclusive): Tantalize y Eternal. Como novedad que resulta de agradecer, en este caso la vida de los protagonistas no gira alrededor de ningún instituto. Sí, van al instituto, pero van en su tiempo libre, no en cada capítulo.



  • La huella de un beso, de Daniel Glattauer: aprovechando el tirón de Contra el viento del norte, reeditaron este hace unos meses. Debió de venderse bastante bien, porque el autor tira y además es pequeño y barato. Eso sí, no es tan bueno como aquel, pero es bastante entretenido y muy divertido a ratos. Sin más.
  • Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, de Annabel Pitcher: fue una recomendación de Javier Ruescas que le agradezco mucho, y que me leí enseguida. Precioso. Simplemente precioso.
  • La agencia: una espía en casa, de Y.S. Lee: hay muy buenas críticas de este libro, cuyas primeras entregas se publicaron con Versátil en español hace tiempo, e Ifigenia me lo recomendó hace mucho. Aún no sé qué decir, porque todavía no lo he leído.



  • Cartas en el asunto, de Terry Pratchett: increíble, genial, fantástico, fabuloso, maravilloso, estupendo, alucinante, desternillante, perfecto. Hoy es mi primer día de vacaciones, así que debo empezar a escribir reseñas de nuevo.
  • La Verdad, de Terry Pratchett: lo compré después de que Cartas en el asunto me dejara con ganas de más, y aunque no es tan bueno como ese, merece la pena.
  • La excursión a Tindari y Un giro decisivo, de Andrea Camilleri: me parece que en la foto tendrían que aparecer otros dos libros más de la colección del comisario Montalbano, pero creo que mi madre se está leyendo uno y ha prestado el otro, así que no puedo sacarles fotos.

Y Melina Marchetta, Melina Marchetta, Melina Marchetta. Tengo ganas de más Melina Marchetta, pero hasta octubre de este año no podré leer nada nuevo (así que me he releído Finnikin of the Rock de cabo a rabo, incluso aunque no hace ni seis meses que lo conozco y la relectura es un gran privilegio que todavía no le he otorgado ni siquiera Al Libro).
  • The Piper's Son: es una secuela de uno de los libros anteriores de Melina Marchetta. En este caso pasaron algunos años y los protagonistas ya son veinteañeros.
  • Finnikin of the Rock: una maravilla, y, citándome a mí misma un poco más arriba: "increíble, genial, fantástico, fabuloso, maravilloso, estupendo, alucinante, perfecto".

Y para cerrar el post, os dejo el nombre de la persona que se lleva a casa Caperucita Roja, en el sorteo que organicé hace una semana: después de siete días y 103 participantes, random ha hablado, y la ganadora es Vuchita, de Vigo. ¡Enhorabuena!

jueves, 23 de junio de 2011

La generación perdida

Al principio de la Historia hubo libros. Al principio de la imprenta hubo más libros. Siglos después aparecieron libros que los niños leían y que los adultos no leían porque tenían cosas más importantes que hacer (véase Julio Verne). Hubo libros de aventuras y de vaqueros y de huerfanitos y de hombres de la selva que vivían con los gorilas y mataban leones. Algún tiempo más tarde, algunos señores (y señoras) empezaron a escribir libros pensados para niños y protagonizados por niños, donde los adultos no pintaban nada (véase Enyd Blyton).

Muchísimos años después, hace solo cuatro días, apareció una variante juvenil, donde los adolescentes tenían la última palabra y eran el centro del universo.

Y he aquí que la literatura juvenil vivió un boom y abandonó el patio del instituto: la empezaron a leer niños de colegio y también jóvenes (y no tan jóvenes) que habían dejado sus años de instituto atrás hacía tiempo.

Reconozco que al principio me sorprendió, pero luego me acostumbré al hecho de que hay casi tantos veinteañeros como adolescentes leyendo libros juveniles. La blogosfera es un claro ejemplo. He aquí una servidora, por decir un caso concreto (aunque una servidora no era veinteañera todavía cuando empezó a escribir en el blog, y digo esto para que no me echéis años de más).

Pero pasa una cosa con la literatura juvenil, y es que el mundo se termina cuando se termina el instituto. El protagonista cumple 16 años y vive un drama. Luego cumple los 17 y vive un dramón. A veces ya tiene los 18 cuando llega al clímax de la historia. Y entonces acaba los exámenes del tercer trimestre, va al baile de graduación e incluso se marcha de vacaciones, pero... en cuanto se acerca a las puertas de la universidad se corre un velo enorme de repente y aparece la palabra FIN escrita con enormes letras mayúsculas.

Los 19 son una edad tabú. Cumplir 20 es hasta pecado.

Por ejemplo, una vez leí en un libro la descripción de una chica de 19 años que estudiaba de incógnito en un instituto. Al final reconocían su engaño porque tenía patas de gallo y se la veía algo vieja, lo cual tengo que decir que me pareció fatal en su momento, porque yo tenía precisamente 19 años y ninguna pata de gallo, ni siquiera de gallina.

El caso es que hace meses que no leo nada ambientado en un instituto, porque un buen día decidí, de repente, que ya me aburrían esos libros. Hace un montón de años que ni siquiera tengo recreos, ni deberes, ni profesores que se sepan mi nombre, ni clases de treinta alumnos, ni excursiones. Así que los libros que giran en torno a esos temas ya no me interesan (las distopías de hoy no se molestan ni en disimular que son los dramas de instituto de ayer).

Pero, si dejo a un lado la literatura juvenil, entonces me encuentro de frente con la chick-lit, la urban fantasy y los demás géneros de adulta-todavía-ligeramente-juvenil: protagonista con los veinte ya muy largos y muy aprovechados, o incluso con los treinta recién estrenados, con trabajo, piso, coche, novio treintañero y padres a tropecientos mil kilómetros y años de distancia. Algunas incluso tienen el reloj biológico activado y campanas de boda como tono de móvil. Es más, hay algunas que hasta son sus propias jefas.

¿Qué pasa entonces con todos los que estamos perdidos en el medio? ¿Con todos los que no existimos? ¿Con todos los que no debemos de leer demasiado porque no aparecemos por ninguna parte en la literatura? ¿Esos del principio y medio de la veintena cuyo futuro es una neblina misteriosa, casi todos con algo de estudiantes, algunos universitarios y otros no, muchos en busca del primer trabajo y prácticamente todos económicamente subvencionados por mamá y papá? ¿Qué pasa con los pisos de estudiantes y las crisis vocacionales de mitad de carrera y las prácticas en empresas y el momento ni-ni en el que ni sabes qué más estudiar ni te contrata nadie para trabajar?

En realidad es una tontería, pero me gustaría encontrar algún libro que no fuera muy distinto a la literatura juvenil que pulula por todas partes y por mis estantes, pero que a la vez tuviera más cosas en común conmigo. No debe de ser algo demasiado raro, porque hace algo más de un año la editorial americana St. Martin's Press hizo el amago de trabajar en un nuevo género, el New Adult, pero la iniciativa no prosperó.

Hace unos meses leí The Piper's Son, de Melina Marchetta. Era la segunda parte de un libro ambientado en primero de bachillerato, pero en esta secuela habían pasado varios años, y ahora los protagonistas ya habían cumplido veintiuno.

La literatura fantástica, en cambio, parece mantenerse más atemporal: como en la Edad Media Sucedánea no hay institutos, no importa demasiado si los personajes tienen diecisiete o veintidós. En su caso es más una cuestión de números que de verdaderas diferencias.

La cuestión es que ahora estoy vagando entre géneros, y echo en falta más libros para la generación perdida. Por lo tanto, si vosotros entendéis mi crisis y de paso se os ocurre algún título, estoy abierta a sugerencias.

sábado, 18 de junio de 2011

Sorteo: gana un ejemplar de Caperucita Roja

Tarde, mal y a rastras. Ya sé que este libro no es novedad desde hace meses, pero tengo una copia en casa (gracias a Alfaguara, si es que soy más falsa que una moneda de tres euros), y no demasiado interés en leerlo, principalmente porque lo puse podre hace meses y no me gusta la idea de tener que tragarme mis propias palabras (gran defecto, el orgullo...).


Así que os lo voy a poner especialmente fácil. Completad el siguiente formulario (no hace falta estar registrado en ningún sitio ni ser seguidor de nada), y a partir del día 25 a medianoche (eso es una semana contando desde hoy) lo sortearé en random entre los participantes. Solo válido para España (lo siento, pero no estoy en condiciones de vender mis dos riñones...).

Concurso terminado (y formulario cerrado).

martes, 14 de junio de 2011

Katniss y sus canciones

Vi hace un par de días en El extraño mundo de Silmeriel esta versión tan bonita de la canción que canta Katniss en Mockingjay. El inglés se llama "The Hanging Tree", así que en castellano debe de ser algo así como "El árbol del ahorcado", pero no estoy segura de cómo la tradujeron exactamente.

Las canciones de Katniss son a Los Juegos del Hambre como los partidos de Quidditch a Harry Potter o los estriptis bajo la lluvia de Jacob a Crepúsculo: quitarlas sería como mutilar la película. Y parece ser que Jennifer Lawrence ya está haciendo gorgoritos en el estudio, así que no creo que debamos preocuparnos por ese tipo de mutilaciones. (Por cierto, el compositor de la banda sonora de la película es T-Bone Burnett, que ya se encargó de la música de Cold Mountain, Happy Feet y En la cuerda floja.)

En cualquier caso, volviendo a esta canción de aquí abajo, el compositor se llama Sam Cushion, y la cantante, Rachel Macwhirter. Es una de las múltiples versiones que existen de las dos canciones de Katniss, y algunas de las que circulan por youtube son verdaderamente buenas. Esperemos que de la película salga una brillante...

jueves, 2 de junio de 2011

Y así fue como Alfaguara mató un gatito y se echó a reír despiadadamente

Entrada también conocida como "La historia de cómo Alfaguara nos mandó a todos a tomar por saco", o como "He aquí el por qué fue cancelado El Ciclo de la Luna Roja sin un beso ni un adiós", o también como "Consolaos, pipiolos, porque leeréis el final, pero por otros medios".


Porque, en época de crisis, el dinero lo mueve todo (¿cómo culparlos?), Alfaguara se olvida cada vez más de la literatura juvenil.

Caperucita Roja y Agua para elefantes, dos de las contadísimas novedades juveniles de Alfaguara en 2011, y las dos más publicitadas, solo fueron apuestas seguras de libros con portada de póster, y (de no ser porque los libros en España siguen siendo escandalosamente caros) con toda la pinta de ser un regalo que te hacen en los multicines por comprar un bote grande de palomitas, al crujido de las cuales verías en el cine esas dos películas tan sumamente crepusculescas.


Y así fue como El Ciclo de la Luna Roja se cayó del carro y quedó cancelado. Aunque Alfaguara ha optado en este caso por la política "a la chita callando" y no dijo nunca ni arre ni so, J.A. Cotrina os explica aquí el porqué de la cancelación.


Y como yo tengo alma de pelota y ese hombre es un santo, en el mismo post nos consuela a los pobres fans llorones diciendo que él va a seguir adelante, contra viento y marea y sin editorial que lo respalde, y que como que él se llama José Antonio que el tercer libro verá la luz polvorienta de las bibliotecas (iba a añadir aquí que lo escribiría con sangre sobre las tiras de piel previamente arrancadas de su espalda, pero ¿quién sabe?).

Una autopublicación, lo más seguro, pero el libro ya está casi terminado, nos ha prometido un título pronto, y dice que le gustaría que saliera a la venta en una fecha muy señalada para sus devotos. Es decir, y como buena secta (satánica) que se precie, en Halloween (Samhein para sectarios confesos) deberíamos poder leer el hermanito pequeño de Cose y Tini.



Y por si estáis peces en la materia y no sabéis qué libros son estos, os explico (aunque como sectaria fiel que soy, no me siento inclinada a disculpar vuestra ignorancia):

La Cosecha de Samhein (Cose para sus amigos) es un libro muy bruto y muy entretenido de fantasía y persecuciones (y algún que otro asesinato). Me costó mucho tiempo y mucho trabajo conseguirlo, pero al final lo tuve en mis manos. Y me enamoré perdidamente de él el año pasado, aún cuando había sido publicado en el lejano año 2009, cuando Alfaguara todavía no estaba reconvertida en un cartel publicitaro de Yelmo Cineplex (de esos carteles que, en los centros comerciales, siempre tienen misteriosamente pegado un chicle de fresa lleno de babas secas).

Luego llegó Los Hijos de las Tinieblas (o sea, Tini), todavía mejor que el anterior y con un final que en el mejor de los casos podría ser tildado de cruel, y en el peor de los casos, de sádico. Pero siempre de genial.

Así que me declaro no sorprendida por el abandono de Alfaguara, contenta por la lealtad de J.A. Cotrina, y molesta con el mundo editorial en general, que este año 2011 no está resultando más que en amargas cancelaciones y tomaduras de pelo. Porque, mis queridos niños, rematemos la faena: olvidaos del cuarto libro de Laila Winter hasta nuevo aviso. Su publicación queda pospuesta. ¿Hasta cuándo? No tengo ni la más remota idea. Quien empieza posponiendo hasta mañana enseguida acaba cancelando para siempre.