IMM #10: Crónica de un largo viaje y una voluntad perdida (por barnsdale11)

Sinceramente, espero poder decir que este va a ser el último mini-IMM que colgaré tan seguido a los dos anteriores. Pero en cualquier caso, esto me sirve para avisar a quien corresponde de que recibí un libro de un Book Tour, así que mato dos pájaros de un tiro.

Empiezo con la ARC de Before I Fall, de Lauren Oliver. Es el libro del Book Tour (o lo que es lo mismo, la Hermandad del Before I Fall viajero), y el pobre ya llega un poco cascado. Pero hay que disculpárselo: ha viajado de EEUU a Reino Unido, de Reino Unido a España, y después tiene que volver otra vez a EEUU.

Por si no reconocéis esa portada (algo normal, porque eso ni es portada ni es nada), el libro en cuestión es el mismo cuya portada veis a la derecha de estas líneas. Por lo que parece, esta portada que tengo yo ahora es la del libro en Reino Unido, pero no me quedó claro si va a ser la portada definitiva, o si no es más que la portada para la ARC.

(Aquí veis a Before I Fall, algo desaliñado tras el viaje, con un par de recuerdos ingleses y su maleta.)

Y ahora es el momento de empezar la segunda parte de esta historia. Esta mañana venía yo tranquilamente de hacer unas compras en la papelería, cuando decidí que era hora de volver a pasarme por la librería a hacerles la visita de rigor a mis niños. O, lo que es lo mismo, a El trono envenenado, La cosecha de Samheín y el segundo de Laila Winter. Es una visita que les hago yo de vez en cuando para que no se sientan abandonados y para asegurarme de que nadie más los ha comprado todavía. Para cerciorarme de que siguen allí portándose bien y esperando a que vaya a buscarlos.

El primero que vi hoy fue El trono envenenado, con su preciosa cubierta en tapas duras llena de dorados. Luego vi La cosecha de Samheín, justo al lado de Los Juegos del Hambre (cuánto más bonita y estilizada es la edición americana, por cierto). Pero cuando fui a buscar a Laila... ¡No estaba en su sitio! ¡Había desaparecido! ¡Me la habían robado!

Busqué por los estantes bajos, los altos y los del medio. Incluso mire al lado de Stevenson, pero no estaba por ninguna parte. Y entonces... lo vi de nuevo. Lo cogí, le di un abrazo, lo acaricié, nos echamos un pasodoble, y decidí que una ya no está para estos trotes, por lo que decidí comprarlo de una vez por todas.

Claro que fue cosa de mirar el precio y casi se me cae el libro al suelo del susto. Incluso miré por encima del hombro, a ver si me estaban atracando, o algo. Pero no, la cosa iba en serio. Así que lo dejé en el estante y me puse a cavilar. Hasta que tomé una decisión: tomé aire, metí barriga, saqué pecho, cogí el libro, cerré los ojos, abrí la cartera, empecé a recitar mentalmente la tabla del 6, saqué el dinero, me confundí en un par de multiplicaciones, le di el dinero a la chica de la caja, abrí los ojos, cogí mi vuelta miserable de cinco céntimos, empecé con la tabla del 7, agarré la bolsa con el libro como si me fuera la vida en ello, salí de la librería y solté el aire.

El problema está ahora en mi casa, porque definitivamente me estoy quedando sin sitio.

(Mi ansiado libro, posando al lado de la Moneda de Cinco Céntimos de la Discordia. Más le vale al libro merecer todos y cada uno de los céntimos que he pagado por él.)

Llevo cuarenta y cinco minutos intentando colgar este post. Pero mi ordenador se niega a permanecer conectado a internet más de cinco minutos seguidos, y de cada vez tengo que reiniciarlo, y reiniciar el ordenador me lleva unos quince minutos. Mis nervios andan de lo más crispados, a estas alturas ¬¬



¿Qué hacer para relajarse? Pues... por ejemplo... ir a ver Avatar. Que yo ya vi una vez, así que no voy a repetir, pero aún así. Puedo recomendarla, ¿o no? Porque me encantó. Pensé en Parque Jurásico, pensé en Pocahontas, pensé en que me encantó la película, pensé en que me encantó el 3D (¡al más puro estilo IMAX, pero en pequeñito!)... Y pensé que creo que la próxima la iré a ver en 2D, que es más barato y la cosa está bien, pero es muy cara. Ahora tengo las gafitas en casa ^_^

(A mi lado había un señor barbudo que se marchó cuando aún faltaba una hora. A lo mejor era Papá Noël, y tenía que hacer los últimos arreglos en el trineo.)