
Título original: My sister lives on the mantelpiece
Autora: Annabel Pitcher
Editorial en inglés: Orion
Año en inglés: febrero 2011
Año en español: marzo 2011
Puntuación:





Trailer del libro (está en inglés, pero es muy bueno):
Sorteo de TRES ejemplares:
No se me ocurrió una forma más fácil de hacerlo. No tenéis que estar registrados en ningún sitio y ni siquiera tenéis que desplazaros hasta el final de la reseña. Lo único que os exijo es que viváis en España o tengáis una dirección en España a la que poder enviarle el paquete. Podéis completar el formulario en cualquier momento entre hoy y el domingo 17 de julio:
Concurso cerrado.
Y ahora, la sinopsis (o mi versión de ella):

Frenazo en seco.
Una rótula, el codo derecho y tres dedos, al cementerio, debajo de una lápida de mármol blanco.
La madre entierra a su hija y se va con otro. Un profesor de yoga o cualquier equivalente, ¿a quién le importa?
Una clavícula, dos costillas, un dedo del pie y un pedacito del cráneo, incinerados y en un frasco, sobre la repisa de la chimenea.
El padre no entierra a su hija, se queda con la custodia de los otros dos, se aparta del mundo, se enamora de una botella de vodka, deja el trabajo y sale de Londres de inmediato, hacia un pueblecito de la Inglaterra profunda donde la gente cocina galletitas y no hay sitio para moros ni negratas ni extranjeros asesinos con mensajes hipócritas que se adueñan de la educación de sus hijos como si de la nueva plaga de Londres se tratara.
Pero el padre está enamorado de esa botella de vodka y no deja de darse el lote con ella ni para desayunar, así que Jamie y su hermana son dos huérfanos de facto que viven en una familia corriente y maloliente, clase media con padre borracho y madre a la fuga. Por eso no hay nadie que le prohiba a Jamie hacerse amigo de la única niña de su clase que no lo insulta ni se mete con él: esa chica morena con pañuelo en la cabeza que se llama Sunya y que es, horror de los horrores y pecado capital, musulmana.
Deberíais leerlo porque...:
Hay algunos escritores que se hacen de rogar, que nunca en la vida han publicado nada pero que llevan siglos maquinando en esas cabecitas letradas suyas; autores que aunque no han nacido aprendidos sí han crecido aprendiendo, así que cuando por fin estampan su nombre en un libro dan el pelotazo. Annabel Pitcher, por ejemplo, tiene una forma especial de meterse en la cabeza de un niño de diez años que va más allá de saltarse todas las comas o de reinterpretar los diálogos, y que al final acaba convirtiéndose en la voz infantil más fuerte desde, no sé, quizás Mark Haddon y su El curioso incidente del perro a medianoche (también cinco estrellas, por cierto, echadle un vistazo). Y por cierto que esta valoración de voces infantiles es completamente cosa mía, basada en los 300 libros (libro arriba, libro abajo) que he leído en este par largo de años, pero no he podido leer más y no tengo más cosas con las que compararlos.
Así que tiene un estilo impecable, pero no es solo su forma de decir las cosas, sino también las cosas que nos dice. Aunque algunas veces se deja llevar por la lágrima fácil y las situaciones-cliché de lagrimeo al por mayor (cachorrito malherido, ojos del gato de Shrek y esas cosas), lo cierto es que los personajes se te acaban por tatuar en el cerebro, con sus ganas de vivir y su mensaje contra el racismo, de que la xenofobia se erradica historia a historia y persona a persona. Un mensaje universal de tolerancia, para lectores de 9 a 99 años, que se aleja lo bastante bien del talante barato que se deja ver de vez en cuando en algunos medios.
No se trata de que este no sea vuestro estilo, de que os parezca trillado, típico, lacrimógeno o aburrido, porque podéis muy bien estar confundidos y ni siquiera saberlo todavía. Que no os guste la portada o que el volumen del libro no llene exactamente el hueco vacío de vuestra estantería. Que ya estéis hartos del terrorismo o cualquier otro etcétera alternativo que se os pase por la cabeza. Es corto y merece la pena: tenéis derecho a leerlo en algún rato largo (por eso ya es verano en este hemisferio) y venir luego a decirme que me he equivocado. Me gustaría poder miraros a todos con mirada asesina e insistiros una y otra vez para que lo cojáis ("léelo, tienes que leerlo, vamos a qué esperas, lee lee lee lelelelele, etc."), pero me tengo que conformar con esta reseña, con la mirada que os echo telepáticamente desde mi lado del teclado, y con el sorteo de más arriba (gracias a Siruela por hacerlo posible), para meteros el gusanillo y esas cosas. Más fácil es imposible, y más claro, agua.
Aunque papá seguía gritando y el viento sacudía las ventanas y el café got got goteaba desde la mesa hasta formar un charco en el suelo, lo único que podía oír eran las palabras de Sunya. Ojalá fuera normal. Quería ir hacia ella y coger sus puños en mis manos y volver a ponerle el anillo en el dedo y decirle Me gusta que no lo seas.